Saturday, April 08, 2006

 

PROLOGO HISTORIA DE BIZKAIA

Si queremos entender nuestra sociedad actual, tendremos que recurrir de estos momentos a otros anteriores, remitirnos a nuestras sociedades pretéritas, de donde “venimos”, a la historia en suma. Las sociedades pretéritas de donde venimos son, en principio al menos, la misma sociedad; está hecha de pasado, es esencialmente antigua; su realidad toda depende de lo que ha acontecido antes; lo que hoy encontramos en ella esta ahí porque anteriormente pasaron otras cosas; las raíces de los usos, costumbres, creencias, opiniones, estimaciones, formas de convivencia se hallan en el pretérito. Todo eso ha condicionado la sociedad vasca presente, pero como la vida es futurición, determinan lo que va a ser ésta mañana, esto es, la sociedad futura; o más rigurosamente, esta misma sociedad que fue pretérita y es presente, en el futuro.
La sociedad vasca no es separable de la historia; su modo de existir es existir históricamente, y no solo en el sentido de estar en la historia, sino en el de “hacerse” y constituirse en el propio movimiento histórico. Dentro de ciertos límites, se puede admitir que esa serie de sociedades cronológicamente sucesivas son la misma sociedad, es decir diversas situaciones históricas de una sociedad única. Pero si tomamos un tiempo lo suficientemente largo, es decir desde la Edad Media hasta la actualidad, llegará un momento en que no se podrá hablar de “la misma” sociedad, sino de distintas sociedades engendradas unas de otras por procedimientos muy varios: unión, división, alteración de la estructura interna, migraciones...
Entonces se plantea el problema de la persistencia de esas sociedades, porque su sustitución no implica su necesaria desaparición, y de los modos de su coexistencia. Y por el contrario, no es posible entender la historia vizcaína, y por ende del país vasco, más que viendo a qué sujetos les acontece, y estos sujetos son unas unidades de convivencia o sociedad, con unas estructuras propias, generadas por los usos y las costumbres y que fueron evolucionando lógicamente a medida que se demostraban insuficientes, teniendo que buscar la orientación de su conducta y economía más allá de su región, en la sociedad general que le rodeaba.
De esta premisa partimos para iniciar la investigación sobre cómo era la sociedad vizcaína a partir de la baja Edad Media. Debido a la recuperación cultural de la sociedad general, la aparición de la escritura en lengua común, las estructuras sociopolíticas de los reinos y el deseo generado de constancia escrita tanto de las leyes como de los compromisos y contratos generados por la sociedad, existe un rico legado cultural, riguroso y fidedigno desde aquella época hasta nuestros días.
Disponiendo de este material, vamos a tratar de conocer cómo vivieron y convivieron los hombres y mujeres que nos precedieron en Vizcaya. Cómo organizaron su convivencia solventando sus problemas civiles, políticos y de justicia. Cómo se entendían entre ellos, en que lenguas fueron evolucionando; de qué manera regularon las interdependencias ineludibles con otros pueblos y reinos, etc.
En otras palabras vamos a intentar conocer el pasado que nos ha conducido a esta realidad presente, huyendo de toda tentación de utilizar y manipular la historia, sin tratar de explicar el pasado en función de un presente deseado alejado de la verdad histórica fidedignamente probada.
Lenguas y desarrollo cultural
Elemento clave, y de acción en parte contradictoria de creación de vínculos entre reinos y de diferenciación en el interior de otros, es el de las lenguas y el desarrollo cultural. Es sobradamente conocido que las llamadas Glosas Emilianenses de finales del siglo X constituyen el primer testimonio escrito del castellano y el vascuence: pero el desarrollo del primero es coetáneo al de otras variantes romances, como el gallego y el catalán, y aún del aragonés y del asturleonés. Es importante indicar que de las lenguas romances señaladas, el castellano fue extendiéndose, no por imposición de ningún poder superior – hubiera sido imposible entonces tal tipo de dirigismo y faltaba por completo conciencia de la importancia de la lengua – sino por una muy superior capacidad expansiva debida, al parecer, a sus características fonéticas y léxicas, flexibilidad sintáctica, su simplicidad y su carácter innovador, lo que le permitió llegar a ser la lengua común de todos los pueblos que conformaron la realidad conocida en el futuro como España.
La lengua primaria de Vizcaya, el uso lingüístico básico y fundamental, y por tanto el centro de organización de la vida vasca, ha sido desde los orígenes, que se confunden con la génesis del pueblo, el vascuence o euskera. Pero hay que agregar inmediatamente algo que completa lo que se acaba de decir: el euskera, a lo largo de su historia, ha convivido siempre estrechamente con otras lenguas; o, dicho en forma algo distinta, la sociedad vasca ha estado definida habitualmente por una pluralidad lingüística.
No olvidemos que durante la edad Media no ha habido “Lenguas Nacionales”, por la sencilla razón de que no había naciones. Los romances surgen sobre una base latina, en un largo proceso evolutivo en el que intervinieron distintos factores históricos y literarios entre otros. Quiere esto decir que en todos los países que estuvieron bajo la férula de Roma el latín era generalizado en su uso como lengua culta, la de la iglesia, la del pensamiento, la de ciertas formas de poesía e historia y solo a partir de cierto momento se puede decir que aquello ya no es latín, sino romance. Las lenguas vernáculas conviven con el latín durante siglos. Luego todos los pueblos adoptaron o aceptaron, como se quiera, el romance como la lengua común, conservando los vizcaínos y vascos el euskera como su lengua primitiva.
El pueblo vasco desde esta época pasó a ser bilingüe. La idea de que un pueblo que conserva su lengua se pase novecientos años escribiendo en una lengua “extranjera” es demasiado inverosímil para que nadie pueda aceptarla. Algunos quieren interpretar ese enorme hecho histórico como una consecuencia de la “opresión” del Estado central. Es cierto que el Estado ha sido frecuentemente opresor, y no solo sobre tal a cual región, sino sobre la totalidad nacional, y con frecuencia sus titulares han procedido de la periferia; quiero decir que las presiones, aún en la medida en que han sido centrales, no han sido de una región sobre otras, sino del Estado como tal sobre varias o sobre todas ellas. Las presiones que el Estado de los Austrias o de los Borbones ha ejercido sobre España en general y sobre las regiones en particular durante los siglos XVI al XVIII no han sido lingüísticas. Ni importaba el uso de una u otra lengua, ni se cohibía, ni el Estado tenía medios ni voluntad de ejercer actividades que tuvieran relación con las publicaciones ni con la enseñanza de la lengua. En la medida en que algo de esto ha existido, ha sido desde el siglo XIX, después del fin del antiguo régimen y la invasión francesa, en especial desde la organización administrativa de tiempos de Isabel II, cuando el Estado español asume una serie de funciones que hasta entonces había considerado ajenas.
En todo caso, si la lengua es un uso social, es la sociedad quien debe regularlo. Toda interferencia no social en el mecanismo de la lengua puede ser una perturbación. El uso social de la lengua es asunto de la sociedad misma. La vida lingüística es espontaneidad y tan pronto como falta la espontaneidad originaria, se vuelven imposibles todas las acciones impositivas. La sociedad vizcaína desde la edad media fue estructurándose como bilingüe, vivía cómodamente tanto en euskera como en castellano. Y como veremos más adelante, cuando reclamó el ejercicio de la autoridad a sus señores, cuando se relacionó con los demás pueblos y reinos por estar implicados tanto en sus luchas contra enemigos comunes como por sus relaciones comerciales de venta del hierro y sus derivados, construcciones navales, comercio etc., fue la lengua común, en la que todos hablaban, escribían, y se relacionaban, la que utilizaron sin ningún reparo ni repulsa.

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